El título del encabezamiento del Salmo 63 vincula al mismo con cierta estada de David en el desierto de Judá, al tiempo que las palabras que lo componen sugieren fuertemente la ocasión en que huía de la presencia del rey Saúl, quien lo buscaba por todas partes para matarlo. Es, entonces, en dicha circunstancia que el salmista se expresa acerca de algo que presenta como una visión profética, visión en la que se entremezclan su destino como rey de Israel y el de su descendiente, el Cristo, llamado a ser el rey de toda la tierra en la era venidera.
En su brevedad, el Salmo 61 presenta aspectos proféticos presentes en no pocas de las composiciones que integran el Libro de los Salmos, todos ellos referidos al Cristo en los últimos días de la era presente y en la era venidera, en la cual reinará sobre la humanidad. Así, aún cuando el salmo se encuentra formulado desde la realidad del Cristo en tanto que siervo del Señor y mero hombre, su tema principal es, a todas luces, la anticipación de su transformación a la semejanza de Dios, luego de lo cual sus años serán “como los de generación tras generación”.
Entre los salmos de David dedicados a los días en que anduvo en muchos apuros, antes de convertirse en el rey de Israel, el Salmo 56 se inspira en una ocasión en que los guardias del rey de la ciudad filistea de Gat lo reconocieran como a aquel que había infligido a los filisteos muchas derrotas, lo cual llevó a David a fingirse un imbécil ante todos a fin de librar su vida. Sin embargo, no pocas expresiones del salmo indican que se trataría de un misterioso episodio profético que ocurriría en algún momento previo al final de la era.
Entre los masquilím atribuidos a David, el Salmo 52 se inspira en la ocasión en que Doeg el idumeo fue a delatar ante el rey Saúl la presencia de David en lo de Ahijeléj, sacerdote de Nob que lo acogiera junto con sus hombres, proveyéndolo de alimento y de la espada de Goliát, el gigantesco campeón filisteo a quien una vez diera muerte David y que se hallaba precisamente allí. Este salmo es en verdad una profecía acerca de la caída de Edom en el fin de la era, previamente a la instauración del reino de Dios sobre la tierra.
El título de encabezamiento del Salmo 54 identifica con bastante elocuencia el asunto que lo inspirara. Se trata de un episodio en la vida de David de cuando el rey Saúl lo buscaba para matarlo, ocasión en que los de Zif fueron a delatar ante este la presencia en su territorio de aquel a quien tan obsesiva y fieramente perseguía. Esta circunstancia, seguida de que David pudo burlar nuevamente a Saúl y distinguir a los zifitas por lo que eran, es la que habría hecho de este salmo un masquíl, es decir, una composición para bridar o inspirar el discernimiento.
El Salmo 28 —otra de las composiciones de David que integra los Salmos— se orienta proféticamente hacia los días del Cristo en el final de la era, hacia el tiempo del cumplimiento del oráculo o asunto santo de Yahweh, el cual consiste, precisamente, en la salvación que este obraría con todo su pueblo por medio de su Cristo. En este contexto, la expresión “los que descienden a la fosa” que se lee al comienzo del salmo ha de entenderse como una alusión a los impíos, los cuales no gozarán de las bondades del reino de Dios en la era venidera.
En el salmo 26, David, su autor, sugiere a Yahweh el poner a prueba su manera de comportarse y aun sus más íntimos pensamientos e intenciones, representados estos, en el antiguo estilo hebreo, en su corazón y en sus mismas entrañas. Semejante certeza le es dada, entre otras cosas, por su concienzuda evitación de toda compañía de aquellos hombres cuyas actitudes e intereses hacen patente una total ausencia de Yahweh en sus pensamientos. Por lo demás, el carácter profético del presente salmo se pone en evidencia en el deseo manifiesto de contemplar la gloria de Yahweh en su mismísima morada.