El Salmo 79 es otra de las composiciones de Asaf que tienen como tema central la humillación del pueblo de Dios entre las naciones como parte de la dura disciplina de Yahweh por sus iniquidades crónicas. En tal sentido, la mención específica de la ruina de Jerusalén a manos de dichas naciones tiene no pocos paralelos lingüísticos y temáticos con el libro de las Lamentaciones. Finalmente, la mención de la venganza de Dios a cuenta de la sangre derramada de sus siervos —presente en el libro de Apocalipsis— hace de este salmo otra profecía sobre el fin de la era.
Con varias y fuertes reminiscencias lingüísticas de la segunda parte del libro de Isaías, el Salmo 149 forma parte de la serie de composiciones que hacen mención de la nueva canción que sólo podrían aprender aquellos que —al final de la era, a manera de primeros frutos— redimirá el Corderito, figura central en el libro de Apocalipsis. Así, la visión en él se ubica claramente en el comienzo de la era venidera, un momento crucial en que el Hijo de Dios ejecutará, junto a los suyos, juicio sobre las naciones y sus poderosos, al tiempo que corregirá a los pueblos.
En el Salmo 50 se presenta un momento similar al que puede verse en la historia registrada en el capítulo veinticinco del evangelio de Mateo, referida al momento en el que, al dar inicio a la era venidera, el Hijo del Hombre se sentará en su trono de gloria a juzgar a los sobrevivientes de entre las naciones, reunidos frente a él por sus santos emisarios. En tal sentido, el salmo es, para quien sea que fuese a prestarle atención, una advertencia respecto de qué cosas son las que agradan a Dios y qué cosas las que definitivamente le desagradan.
Varios son los salmos atribuidos a los hijos de Córaj signados por el tema de la supervivencia, acaso porque los hijos de Córaj sobrevivieron al destino aciago de su padre en el desierto, a quien la tierra tragó vivo luego de desafiar junto a los suyos la autoridad de Moisés y de Aarón. Sin embargo, sus hijos quedaron con vida. En el caso del Salmo 47, la supervivencia sería la de los pueblos que llegarán a ver la era venidera luego de ser librados por Yahweh, por lo cual al comienzo del mismo son exhortados a regocijarse junto a él.
El salmo 65 es una canción profética acerca de la era venidera como el tiempo en que Sión —sede central del reino de Dios— será establecida como el gozo de la tierra, del mar y de sus más remotos confines, aunque no sin que antes se haya calmado el tumulto de las naciones ignorantes de la justicia sobre la que Sión reposa. El salmo presenta, de hecho, algunas afinidades lingüísticas con el libro de Zacarías, en el que el sumo sacerdote Josué es coronado y designado «Renuevo» como un tipo del Cristo en su función de rey y sumo sacerdote.
El Salmo 67 es una suerte de complemento del Salmo 61, ya que ubicado proféticamente en los albores de la era venidera formula en plural el asunto que en este último adquiere la singularidad propia del siervo del Señor. Se trata, más concretamente, de una canción de celebración que presenta similitudes con los salmos apoteóticos de Yahweh en los que se menciona la nueva canción que el pueblo de Dios llevaría a las naciones, no solamente a manera de buenas nuevas, sino también como medio para que las mismas reconociesen, al fin, el camino de Dios representado en su Hijo.
Atendiendo al título que encabeza su texto hebreo original—el cual alude a «doncellas», el Salmo 9 remite la atención del lector al Salmo 46, con la salvedad de que este último se encuentra enunciado desde un plural, mientras que en el primero es sólo uno el que habla, a saber, David. El tema de ambos salmos es, por lo demás, el de la derrota de las naciones que irían en contra de Yahweh y de su pueblo en el final de la era, en el tiempo previo en que Sión sería establecida como asiento de juicio de la humanidad.