Salmo 60

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Atribuido a David e imbuido de un aire bélico que se refleja en su más bien extenso título de encabezamiento, el Salmo 60 se constituye en un complemento del Salmo 108, con el cual comparte seis versículos idénticos más dos en cuyas mutuas diferencias es posible adquirir una visión más precisa del cuadro profético que inspirara a ambos. Su tema se compone de un clamor a Dios a nombre de su pueblo en un tiempo de conmoción entre algunas de las naciones vecinas. La indirecta respuesta de Dios desliza, por su parte, la promesa de una exultante y completa salvación.

Salmo 80

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Al igual que otros textos de la colección que lo incluye, el Salmo 80 se presenta como una contundente súplica por la restauración, elevada a Yahweh por parte de su pueblo en el final de la presente era. En él, Israel es presentado como una viña que el Señor plantó para sí, tal como la viña mencionada en el capítulo 5 del libro de Isaías. Su texto, sin embargo, presenta algunos detalles proféticos que sólo pueden ser discernidos desde su texto hebreo; y esto último, además, tan sólo contando con la asistencia del mismo espíritu profético que lo ha inspirado.

Salmo 81

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En los misteriosos términos del lenguaje y del testimonio profético que domina por completo el Libro de los Salmos, el Salmo 81 reúne el pasado, el presente y el futuro del pueblo de Dios en un único punto de enfoque. Siendo la salida del pueblo de la tierra de Egipto el tema que implícitamente lo recorre —y por ende, también, la Pascua, la principal festividad del antiguo Israel—, en él Dios reconviene al pueblo que vive en el final de la era, recordándoles lo sucedido en el pasado remoto y sugiriéndoles la cercanía de otro éxodo, esta vez definitivo.

Salmo 84

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Con un lenguaje simbólico propio de las declaraciones proféticas, el Salmo 84 representa a la vez una alabanza de la bondad de Yahweh y una confesión de amor por él de parte de su siervo. La visión que se despliega en sus líneas es la de la era que viene, cuando Yahweh visitará a la humanidad en una manera muy especial para enjugar toda lágrima de los ojos de quienes han confiado en su salvación aun antes de verla consumada sobre la tierra, de aquellos que han transitado su vida con integridad y en cuyos corazones hay holgura de esperanza.

Salmo 85

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Dentro de la serie de salmos atribuida a los hijos de Córaj, el Salmo 85 porta consigo una gran revelación dada como al pasar. En efecto, mientras que el mismo parece tratar principalmente sobre el ruego del pueblo dirigido a Yahweh en pos de su restauración, lo que en verdad despliega —en figuras que sólo podría reconocer quien tuviese el tipo de discernimiento que procede del espíritu de Dios— no es otra cosa que el orden de la justicia para justificación de quienes irán a creer las buenas nuevas a anunciarse en nuestros propios días, los últimos de la era.

Salmo 90

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Atribuido por su título a «Moisés, hombre de Dios», el Salmo 90 es una oración y una declaración profética acerca del pueblo de Dios en el final de la era, cuando ya todo se habría dicho y hecho a través del largo tiempo y cuando, por ende, sólo cabría esperar en la bondad que Dios despliega ante los corazones arrepentidos hasta la contrición. En tal sentido, podría considerárselo como una suerte de réplica al cántico que el propio Moisés entonara ante el pueblo como un testimonio para su posteridad, poco antes del cruce del Jordán hacia el país de Canaán.

Salmo 91

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El Salmo 91 ha sido siempre para muchos una suerte de texto fetiche respecto de la protección de Dios en tiempos difíciles y aun calamitosos. Sin embargo, todos parecen haber pasado por alto que el tema dominante del mismo es la protección que al final de la era tendría el siervo del Señor, algo que sin duda confirma el hecho de que Satanás citara algunas de sus palabras al poner a prueba a Jesús, al final de su estada de cuarenta días en el desierto. Se trata, en definitiva, al igual que el resto de los Salmos, de una profecía.